

Y si te dijera que la inteligencia emocional va a ser la diferenciación, que será la clave que nos hará destacar en el entorno profesional del futuro.
No la tecnología.
No las horas extra.
No la hiperproductividad.
La inteligencia emocional.
Estamos en un momento en el que el liderazgo parece una carrera de obstáculos: nuevos procesos, herramientas de IA, metodologías ágiles, dashboards, KPIs, más dashboards…
Y entre tanto ruido tecnológico, empieza a desdibujarse algo esencial: las personas.
Nos distraemos con la forma y olvidamos el fondo. Conectamos con los datos, pero no con las emociones.
Un estudio recién publicado en octubre de 2025 (The importance of emotional intelligence in leadership for building an effective team) lo recuerda con contundencia:
“Los equipos liderados por personas con alta inteligencia emocional presentan un 35 % más de compromiso, un 28 % menos de conflictos internos y una mayor percepción de confianza que aquellos dirigidos por líderes solo competentes en lo técnico.”
Nada que sorprenda… pero todo que olvidamos. Porque sí: la empatía, la escucha, la autoconciencia o la gestión emocional siguen siendo los verdaderos diferenciadores del liderazgo.
Sé que esto de la inteligencia emocional o de aplicar un liderazgo emocionalmente inteligente, algunos de vosotros lo tenéis clarísimo y forma parte de vuestro día a día porque va en vuestra personalidad…
Y a otros… os suena a chino. Incluso puede parecer algo complementario, “de relleno”….
Todo es respetable.
Pero si queremosresultados diferentes en esta época tecnológica; si queremos que la gente nos acompañe a los cambios, que se comprometan, que se inspiren, y que además nos compren —nuestras ideas, nuestros proyectos, nuestra visión—, entonces la inteligencia emocional va a ser nuestra clave.
Así que… volvamos al origen.
Esto pasó en una formación. Durante la sesión, un director compartió su frustración:
“Mi equipo no toma decisiones; tengo que empujar siempre yo.” No se mojan…
En el descanso lo busqué, nos sentamos a hablar. Le devolví el espejo con suavidad: no era falta de talento, era exceso de exigencia. Le estaba poniendo tanto empeño en que todo saliera bien, que sin darse cuenta lideraba desde la exigencia y no desde la confianza.
Por el bien de su equipo, desde luego, pero los resultados no estaban siendo los que él esperaba…no perdía probando nada una nueva forma, bueno si su orgullo, pero ya le iba conociendo en la formación y vi que era del tipo de persona que quería de verdad mejorar…
Le propuse soltar y ensayar un cambio muy concreto: entrar a las reuniones con dos preguntas simples: “¿Qué necesitáis de mí para avanzar?” y “¿Qué necesitáis de mí como líder para que esto salga mejor?”
Aceptó el experimento.
Dos semanas después, recibí un correo:
“Ha cambiado la sintonía del equipo. Hablan más, traen propuestas y yo intervengo menos… y mejor.”
No faltaba capacidad. Faltaba confianza habilitada desde su propia presencia.
La inteligencia emocional no es blanda. Es una competencia ejecutiva que impacta directamente en la productividad, la retención y la innovación. Y, como muestra este estudio, no es opcional: los líderes emocionalmente conscientes crean entornos psicológicamente seguros donde la gente se atreve a proponer, disentir y aprender.
Quizás la verdadera evolución del liderazgo no esté en adaptarse a la IA, sino en volver al origen humano del liderazgo: Sentir, escuchar, entender y acompañar.
Esta semana, ensaya esto en tus reuniones:
1️⃣ Empieza preguntando: “¿Qué necesitáis de mí para avanzar?”
2️⃣ Cierra con: “¿Qué puedo hacer diferente para que trabajemos mejor juntos?”
3️⃣ Y antes de hablar, regálate 30 segundos para observar desde dónde vas a hablar.
La IA ya da el resto. Que no se nos olvide que el liderazgo (el de verdad) sigue siendo profundamente humano.
✨ Descubre tus recursos y saca brillo esto de conectar con los demás.
Gracias por estar.
Raquel.