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Un lugar llamado MATERNIDAD

112 son el número de días que tenemos las recién estrenadas madres para descubrir en quién nos hemos convertido, gestionar esas hormonas que a veces nos hacen reír y otras llorar, adaptarse a nuestra nueva fisionomía, eliminar las ojeras de nuestro rostro, aprender a dormir sólo con un oído (el otro está en la cuna del recién nacido), aceptar los consejos de tu madre, ¡ah!, ¡que tienes pareja!, ¡y además duerme contigo!, ya no te acordabas… y por supuesto, para descubrir cómo es esa nueva personita que ha entrado en tu vida… Sí, si avisar lo hizo, y durante nueve meses pero, ha llegado sin un puñetero libro de instrucciones de verdad, pues lo que te contaron en las clases de preparación al parto ya no te ayuda, lo que te contó tu amiga sobre lo maravilloso que es ser madre, tú aún no lo has experimentado y empiezas a creer que es un mito, pero lo que de verdad nadie te cuenta es que durante esos 112 días, hay un enfrentamiento interno, apenas se percibe entre cacas, lloros y reflujos, y es que hay que volver a trabajar.

Tú eres de las que tenía claro, ya antes de convertirte en Super-woman, que te reincorporarías a tu puesto de trabajo, las razones múltiples: por dinero, desarrollo profesional, tener vida social, pero… sea cual sea, has ido descubriendo que choca de frente con un sentimiento con lo que no contabas hasta ahora: ¡PROTECCIÓN!.

Te has quebrado la cabeza pensando qué es lo mejor para tu garrapatilla: estará mejor con mi madre, puff, pero le va a malcriar, bueno mejor busco una guarde cerca del trabajo, así le llevo conmigo, bueno pero si alguien le tiene que recoger, pues mejor cerca de casa, pero entonces… tengo que entrar más tarde y eso a mi jefe no le va a gustar, bueno otra opción es mi suegra, está más cerca de casa, pero jo!, le voy a estropear sus paseos mañaneros. Ninguna opción parece ser la adecuada, te parece que a nadie le ha sido tan difícil tomar esa decisión como lo está siendo para ti.

Llega el día, te esperan en tu trabajo…

Si has tomado la decisión de reducir tu jornada, estarás pensando en el mejor horario para tu peque, el que menos le haga madrugar, pero a su vez el que te permita recogerle lo antes posible de esté donde esté.

Si la elección ha sido la no reducción y continuar con tu desarrollo profesional, tampoco te has librado de mucho, el sentimiento de “mala madre” lo llevas a caballito en tu espalda, desde el mismo momento que lo dejas, da igual donde hayas decidido dejarle, hasta que le recoges.

Peores no son las tardes, entre baños, casa y comidas del día siguiente, se te va el día y sólo te ha dado tiempo a jugar al cucu-trás mientras cenabais.

Delante del espejo del baño, quitándote las pinturas de guerra, te dices a ti misma que no sabes cómo lo vas a conseguir, que eso te está superando, que no sabes cómo tu madre lo pudo hacer, podrías hacer una lista que rellenase las dos caras de 2 folios de los esfuerzos que haces y que a nadie parece importar, podrías enumerar 20 cosas por las que ser mujer es mucho más sacrificado que ser hombre, y bueno si ya te pones, eso de la conciliación, a quién quieren engañar y así, podrías seguir lamentándote toda la noche…

¿Has pensado…

Qué ocurriría si pidieses ayuda?, ¿qué ocurriría si las decisiones que conciernen a tus pequeños la consensuases con tu pareja?, ¿qué ocurriría si aprendieses a delegar y creer en el buen hacer de los demás?,

¿Qué ocurriría si elaborases tu propia definición de MATERNIDAD?

Crecemos con la creencia que la maternidad es un lugar al que debemos llegar todas las mujeres y además, nos hacen creer que es el mismo para todas, pero eso no es verdad. Cada una de nosotras pensamos, sentimos y nos comportamos de manera diferente, ¿por qué esperar entonces que el resultado sea el mismo?.

Pinta, siente, escucha y comparte esta tu nueva vida, pues ahí, en ese lugar va a crecer esa personita que te espera con los brazos abiertos cuando llegas a casa.

 

 

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